Diario
Mi
mirada es nítida como un girasol.
Tengo
la costumbre de andar por los caminos
Mirando
a diestra y siniestra,
Y de
vez en cuando miro hacia atrás...
Y lo
que veo a cada momento
Es
aquello que nunca antes había visto,
Y
conozco mucho de eso...
Alberto
Caeiro
El
Guardador de Rebaños
Entonces,
pienso que es extraño que jamás descubramos
El
sentido de nuestros actos, y sin embargo, en una u otra
Forma,
siempre seamos responsables de ellos.
Juan
García Ponce
Amelia
Martes
,27 de noviembre, 2010
Al salir del
coloquio donde expuse, pensé llamarte. Estaba contento. Había
pensado que un buen lugar sería al cruzar las islas, pero desistí.
De hecho, regreso
de León, sí, de allá por el Bajío. Ayer te hablé de allá, creo
que no hubo tiempo para decirlo, pues en realidad yo sólo te marqué
para saber como estabas, como te decía la cabeza me estaba dando
vueltas, así que mejor lo hice. Creo que fue muy productiva mi
visita a León. Yo no aguantaba estar más tiempo en la casa.
Federico, mi tutor de investigación, me dijo que podía visitar una
casa de sus familiares en León, así que tomé su invitación, y me
fui, como seis horas de viaje para llegar allá. Me recogió un
familiar de Federico, que me llevó a la casa, con la advertencia que
llegarían amistades del Ecuador, “no me molesta” le dije, así
qué, me puse cómodo, la casa estaba por el centro, tenía todo,
hasta comida, así que me puse a mis anchas.
Llegué a León
el viernes, eran como las seis de la tarde, casi noche. Mientras, por
momento venias y te ibas de mi cabeza, intentaba leer algo de un etnólogo anglosajón, algo sobre la cultural, así que
brincaba, intentaba escribir algún relato, pero nada, nada podía
hacer con la desconcetración. Llegaron los chicos y chicas de
Ecuador, con edades entre 28 y 33 años, platiqué con ellos: Lola,
antropóloga, con 29 años, realizaba una estancia en una institución
del DF, en el FLACSO, allá por el sur de la ciudad; Jorge,
comunicólogo también de ecuador con 31 años de edad, visitaba a su
novia Indira, que también estudia en el FLACSO; Indira, novia de
Jorge, estudiante de la misma institución que ya repetí dos veces.
Fue relajante
hablar con ellos, tomamos algo de vino tinto en la noche, me contaban
historias, nos contábamos historias. Decidí irme a dormir a las
doce, mientras ellos seguían platicando. Era un buen paisaje el que
estaba frente al balcón que me tocó, con una calle sola, y todo un
lote construido frente a mí, podía ver la vieja ciudad. Los pocos
carros que pasaban tan sólo hacían notar la tranquilidad de ese
lugar, así que con mi pijama que no es pijama, un pantalón negro y
una playera blanca me dormí.
Al siguiente día, decidí explorar el
centro, sólo Jorge se había levantado, así que caminamos, en ratos
hablábamos sobre sus viajes, yo en ratos dejaba de pensar en ti.
Encontramos una lonchería, desayunamos y seguimos caminando. Era
buena compañía, al menos en ese momento Jorge, bueno, en realidad
nunca lo dejó de ser. Su novia nos alcanzó en la plaza central,
ellos tomaron una ruta distinta, yo tomé otra, un nuevo centro que
fomentó Vicente Fox y su esposita. Era interesante ese lugar, pero
como cualquier edificación de grandes masas, edificios
requetegrandes terminó siendo frío a la vista, regresé a la casa e
intente leer, sin muchos avances, me metí a
la biblioteca de la casa y encontré algo de Emilio Zola, así que
comencé a leer, pero no te ibas de mi cabeza, así que bajé, comí
algo y llegaron. Me contaron de sus hallazgos.
Trajeron consigo
un tequila y más vino tinto, tomé tinto y platicamos nuevamente, a
las 8 me retiré al cuarto, todo lo asociaba a ti, así que me fui al
balcón para ver la calle, e inventarme historias, ya sabes de las
que me gustan, con todo y fechas de siglos antepasados, fue
interesante pero no te ibas de mi cabeza, así que saqué una
película pirata que traje conmigo. Es una película que va de la
violencia a la ultraviolencia, es una película japonesa, cada vez me
convenzo que lo que llega de Japón en forma de película siempre
raya en la soledad, la violencia (con muchas escalas), la obsesión,
ya sabes de esas que me gustan y me gusta pensarlas alreves, es decir
reconocer que las historias que me presentan es una crítica a la
forma de vida de esas sociedades orientales que van trastocando los
valores de una manera que raya en el vacío, en la experiencia hueca
de todo, sólo por el placer, por eso del hedonismo limitado, la
búsqueda del placer por el placer.
La película cuenta la historia de una
familia común japonesa, que se convierte en una relación totalmente
transgresora que termina en la muerte brutal de una protagonista.
Puedes verla, bueno, si tienes tiempo, es fuerte pero creo que es
interesante porque habla sobre la transgresión. Al comenzar la película llegó Jorge y
después su novia, a la mitad de la película llego Lola.
Al terminar la
película me invitaron a una cantina, a una que habíamos visto en la
mañana. Fui con ellos, tomé tequila, buen tequila debo de decirlo y
a las once y media regresé a la casa. Nuevamente me quedé un
momento en el balcón, hacia un poco de frío, pero creo que la
imaginación hizo tolerable permanecer en el ese lugar. Me puse mi
pijama, que no es pijama, y me recosté, di vuelta en el edredón y
me quedé dormido.
El domingo repetí
la caminata con Jorge, sólo que por otros lugares. Jorge, su pareja
y su amiga, saldría de León a las tres de la tarde, así que
comimos juntos algo que ellos cocinaron, con más vino tinto. Los
despedí hasta la central, el familiar de Federico nos llevó a la
central de autobuses y también me regresó a la casa.
Al regresar a la
casa, decidí ir al cine. Ahora vi la película: “Después de
Lucia”, me dije “¿bueno, la trasgresión me sigue?”, así que
la terminé de ver y no pude pensar en otra cosa que en la pelí.
Comí algo en el centro comercial al que fui, un pedazo de pizza con
refresco, el cual me hizo recordar aquella vez que en plaza
Lindavista comimos eso, ¿te acuerdas? Al regresar al centro, pues
el cine estaba afuerita del centro. Llegué a la casa y me quedé
dormido en la sala, a las dos de la mañana el frio me despertó y me
fui a la cama, tarde en conciliar el sueño.
Me desperté
temprano, me puse a trabajar en la ponencia de hoy, mientras
trabajaba en ella, llegabas a mi mente, con más fuerza, pensando en
la culpa y dolor que se produjo en nuestra relación. Salí al patio
de lavado y te llamé. Te pregunté si interrumpía, me dijiste que
me habías invocado, te dije que era normal, creo que lo normal es
que en este proceso en el que andamos nos llamamos a muchas horas,
bueno yo lo hago, por llamarnos me refiero a la mente. La penúltima
vez que nos vimos recuerdo que días después me llegaban como
punzadas en la cabeza, como si alguien o muchos alguien me
recordaran, pensé que eras tú, me recordabas, siempre he pensado
que me recordabas llorando, y no lo digo con placer, hay una pesadez
que no cesa.
Ya no pude
decirte que estaba en León, de hecho tenía pensado enviarte un
mensaje para comunicarte, pero no sé hasta donde perturbe, hasta
donde no… de hecho salí con un poco de nervio de la casa de mis
padres, pues me dije, sí me llama, así que dejé dicho que me
llamaran si tu llamabas.
Ayer, ya no vi
película alguna, termine de revisar mi presentación para hoy. Dormí
unas horas, y a las doce con treinta minutos pasó un taxi para
recogerme. Salí a la una de la mañana rumbo a la ciudad de México,
llegué a las seis con cincuenta minutos del día de hoy. Tomé un
café hediondo a café y un pan de dulce. Dieron las ocho y media, aun no llegaba nadie.
Y
conozco mucho de eso...
Sé
tener el asombro esencial
Que
tendría un niño si al nacer
Se
diera cuenta que nació de veras...
Siento
que nazco a cada momento
A la
eterna novedad del mundo...
Alberto
Caeiro
El
Guardador de Rebaños
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