Divagación del puerto

Es claro:
me gusta más Veracruz,
que Curazao.
Aquí llega la primavera
en buque de vapor
y allá en barco de madera,
Y con la primavera
el amor.
Mi baúl está lleno de huellas
de Nueva York
de Colombia y de Venezuela.
Dulce melancolía
de viajar.
Ilusion de moverse a otro poema
que alguna vez se había de cantar.
Nueva York se opuso a mi conciencia
pero esta invaluable ciudad,
incluso Rockefeller y Roosevelt,
por cinco centavos la pude comprar.
¿Verdad Mr. Woolworth?
Más una tarde aguas fuertes costosísimas
húbela de abandonar.
(Crepúsculo desde el puente de Brooklyn
y última hoja otoñal.)
¡Viajar!
Es una ilusión
más.
En Cuba bailé un danzón
-impresión de baño de mar-,
adivinad: punto y guión.
La Habana
con su abanico suave
Y su mujer imposibilitada
para ser Beatriz.
(Allí han estado Cleopatra Faraona
y Teodora Emperatriz
El que de Roma va pierde su Roma.
Cigarro y hembra viva; madrigal de Hafiz.
En las travesías
la luna exagera
mi melancolia.
Desde la cubierta,
La noche adsoluta, íntegra, perfecta,
me echa en cara su oro desde las estrellas.
Momento inexorable de ignorancia,
estupidez y miseria.
El intimo desorden de mi raza.
Kant aplastado por Inglaterra.
La inutilidad de mi vida.
El mendigo que espera.
Los ricos y la ingratitud eterna.
Y sobre todas las cosas,
la infinita tristeza
de Nuestro Señor Jesucristo,
En las últimas tardes de Galilea.
Y el ansia de ser bueno y humilde,
y, sin embargo, querer izar muchas banderas...
En las travesías
la luna exagera mi melancolia.
En Veracruz hay muchos tiburones
que comen yanquis con frecuencia.
Truculento plato de ladrones.
Las tardes son mejores
que las de curazao.
Las mujeres van desnudas
en su confulación trapos.
Recuerdo que allí tuve un amigo
que me decía: "No seas guaje,
con guitarras y liras
iniciemos mejoras en el paisaje.
Yo traeré de mi casa unas sillas
y tú las forraras con celajes".
Mi amigo se fue con una bailarina
Y ahora vive de estibador en el Havre.
Viajar;
es una ilusión más.
Alma mía que te estristeces
por la tristeza humana,
y construyes a la luz de la luna
una Ciudad Sagrada.
Tú te sabes quedar sola en el puerto
para encender el faro.
Salvate de la angustia
de tu primer naufragio
y escoge la estrella futura
a donde irás a cantar otros cantos.
En tu Universo propio hay una hora
inaugural de tu destino:
!Líbrate de no escucharla, cuídate de no sentirla!
y haz de tu vida un tiempo joven
que centralice todos los caminos.

Piedra de los Sacrificios, 10;1924.
Carlos Pellicer

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