A mi don llamado intuición


 

Durante mucho tiempo pensé era mi timidez, incluso temor, con el paso del tiempo comprendí que no era un sexto sentido, ahora puedo nombrarte intuición. Quizá las mañanas escuchándose los gritos de la tía jesusa fueron el origen de todo, la violencia marcada en las majaderías y golpes a mis primos, a mis primas. Quizá la anticipación, el huir de ese espacio agresivo es el presagio de tu presencia.

 

Evitar la mañana, evitar la calle que era peligrosa. Evitar el embarazo prematuro, el fracaso presentado en algún trabajo precario manteniendo uno o dos hijos. Evitar un empleo insultante que me adsorbiera al grado de la enajenación perpetua. Evitar rendir cuentas a un espacio como es la academia, donde la destreza para sobrevivir es el daño al cuerpo, a la mente que se carcome de a poco. También estuviste aquí, intuición, evitaste mi degradación.

 

Eres el desencanto, plataforma para no abordar lo propuesto por otros. Tomemos por ejemplo, el primer noviazgo donde no había romance, algo de miedo, ausencia en cartas cursis, en un rompimiento tan lejano que desprende un hueco, en un recuerdo atestado de adolescencia. Pensemos también, en el encarnado deseo hacia Urania, diosa del mundo en los lejanos noventa del siglo pasado, fuego alrevesado donde no se concreto un orgasmo. Tramos que no fueron, de ahí del desencanto.

 

Ahora con muchas ilusiones concretadas, cerca del debacle humano: es decir los cincuenta años, puedo decir que al estar tú presente me has salvado de muchas estupideces. Predeterminar amistades, esas personas que por fortuna no me llevaron entre sus delirios, sus dolores de nacimiento. Pienso que eres como la amiga imaginaria que nunca tuve, esa que no estaba, pero lucía presente. Eso… decisión.

 

Pero, está el placer de saber un poco del mundo, en parte por tu presencia. El viaje como práctica de vida, dice Cavafis en su Camino a Itaca: “Itaca te brindó tan hermoso viaje./ Sin ella no habrías emprendido el camino…” ¿Serás la ruta que se vislumbre por paisajes? En los ocasos que destilan la pérdida del día, presagiando la oscura sombra de la vida. Reconocer una sarta de equivocaciones, al menos no he expuesto a ningún ser vivo a nombrarme padre.

 

¿Eres el mundo desprendido de las latitudes? La mañana nocturna más allá de los trópicos, con sus climas fríos, sus bosques con la maraña de seres vivos que doy cuenta, que nombro a estudiantes a quienes les importa poco ¿Serás la playa en Chuburná, allá en la lejana “Yucatania”?  Ese viento golpeando la arena de todo el suelo, invierno hermoso en la cálida península. 

 

Intuición puedo nombrarte, dentro de la vida, esto implica sonreír con el cobijo de la tranquilidad del día; estar con Paty, la pareja que sueña con nosotros; reconocer la condición laborar precaria; la suerte que me cobija regalándome un móvil que disfruto: la motocicleta; la suerte de tener comida en un mundo atroz y condicionado por la desigualdad. Tú también me has traído a este espacio, nombrado taller, donde la generosidad de los demás se hace escucha y se deslinda en la palabra.

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