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 El horror en la página en blanco.
Un sonido cruza la mañana,
Otro recuesta su descanso.

Sobre la madrugada, el ágora aflora.
Los aromas de la cercanía se desdoblan:
Por aquí el detergente que nombra limpieza,
Por allá la calidez de la ropa siempre necesaria,
Por acullá el aroma del cuarto doblado en la distancia.

Noche de desvelo eterno
Con un sueño alargado, con un cuajo de ti.
Se enhebra la mañana que luce opaca,
Húmeda, trasnochada en su claustro
Nada se inserta en la hora de la disertación de madrugada.

Una imagen que luce color zanahoria
Donde hay cansancio, abotagada en una tarde doblemente húmeda.
Cómo si el recuerdo fuera un fuego,
Eso que nombran significado;
Recuerdo, ahí entera,
Apegada a lo ido, al sigilo de la palabra.

Así,
Con tu aliento que se prolonga a tientas
Te veo en tierras cálidas de Morelos, las del caudillo del Sur
Tejiendo tu juventud con sus dolencias apostilladas.

Nadie, responde a la esperanza liberadora.
Cursando una manzana desmembrada
Se mueve al gusto, 
Liberando gotas de rocío.

La humedad nuevamente,
 Su paleta de recuerdos.
Ausencia.

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