Complot en Tultitlán


A mis amigos(as) de Liceo


Resultó qué el juanelo se levanto con su pereza desmedida esa mañana. Alistó a jorgito, su hijo, y a chatita, una perra chihuahueño que siempre ladraba. Se bañó, preparó el desayuno, el cúal agradecieron no solo su hijo, también su esposa que había dormido hasta muy entrada la madrugada, analizando balances de la empresa donde trabajaba. En su automóvil gris distribuyó a su familia: jorgito se quedó en la primaria, su esposa en sus oficinas cercanas a la Lopez Portillo. Se encaminó después a su trabajo.

En cuanto llegó a la coordinación, donde laboraba, Juanelo saludó al intendente, a su jefa directa, el orden ante todo estaba diseñado para tener a los trabajadores siempre atentos, siempre acomedidos y siempre preocupados por el bien de una pequeña empresa que estaba por sentir sus más pesados días en el concierto de la amenaza internacional. Seguro era parte del karma de la institución, situada en lo que fueran campos de cultivo. Muchos dicen que el dueño de esa institución se hizo a la mala de esos terrenos. Sabrá el santísimo, en esos municipio no creo que las cosas siempre se hagan a la buena, o como diría el manchas: “por la derecha”.

Llegó tarde lupita. Escote deslumbrante y rizado que contrastaba con sus rasgos mestizos. Palabrarón sobre las condiciones, los nuevos levantamientos de los trabajadores salvajes, la presión de los proveedores. Hasta que llegó un joven trabajador de la planta número tres, decía ser proveedor de las mejores intenciones, pues sus compañeros se estaban decidiendo a armar un boicot debido a las malas maneras, la continuidad en el pago laboral bajo y la falta de escalafón en la empresa, aquello que sonaba más bien a condiciones sindicales, se obtinarón en verlo como una manera de acabar con la empresa.

Ante tal situación, lupita y juanelo conferenciaron un momento. Decidieron que aquello no tenía que derimirse por las presiones, los golpes, los despidos. Cruzaron algunas palabras con el joven soplón esperando más informes, se le asignaron tres horarios fijos: mañana, media jornada y antes de marcharse. En cambio le ofrecieron mantener su empleo, quizás con un grado menor, pues con toda seguridad venía de la planta tres, donde rijosos, hombres de mala reputación, mujeres de la más alta estima y maquinas defectuosas adquiridas en Estados Unidos lo marcaban totalmente. Por algo le decían “el marcas”, aunque ese apodo provenía de aquella lucha que tuvo con el junior en la Malinche, namás le tocó unos rayones con una punta en la nalga derecha, de ahí su apodo.

El marcas fiel a su condición mantenía sus horarios de divulgación puntualmente. De hecho lupita le empezó a coquetear, digamos, fuertemente. Los escotes se combinaron con tacones de hasta 10 cm., las faldas cortas empezaron a aparecer en la oficina. Mientras juanelo trataba con 1200 cosas para hacer más llevadera la institución, lupita trataba de organizar el desastre en el que estaba sumergida la oficina. Parte de aquello se debío a una demanda del dueño de la empresa: el Inge.

El Inge era un pequeño empresario que supo sacarle jugo a las relaciones con el municipio de Tultitlán cuando era síndico Anastasio San Isidro, compas de la primaria y amantes de Renata. De ahí se hizo de unos terrenos, y una infinidad de relaciones que lo llevaron a ser un prócer del municipio, durante un tiempo aparecía en obras de caridad, frecuentemente aparecía en fotografías cargando un niño, consolando a una mujer divorciada, ayudando a una persona de la tercera edad, limpiando lo mocos de algún niño extraviado en la calle, en fin, pensemos era un persona pública en uno de los municipios más peligrosos de México, por supuesto solo un poco antes de Ecatepec y Juárez. Así que el Inge, se dedicó a las causas difíciles: los cambios de uso de suelo desde la oficina de Catastro Municipal.

Era muy bueno manipulando a funcionarios, leyes, incluso los propios funcionarios del registro público le tenían mucho respeto, pues sí que tiraba el dinero, es decir gustaba sobornar a cualquiera, hasta al franelero. En alguna ocasión, un funcionario medio le aparecío con una hermosa dama, casi al final de su horario laboral, dicen los entendidos que solo era una noche de pasión, pero que el Gildardo abusado, se casó con ella y se fue a Delicias, Chihuahua, para formar una bella familia. El Inge, seguro que tenía tino. Así qué no solo unía a funcionarios de medio pelo, también lo hizo con sus hijos para que le aseguraran buenos contratos en la construcción y el intermediarismo de alimentos perecederos.

El Inge cuando calló en desgracia en la política de su municipio natal, se afianzó dos negocios en los que se consagró fehacientemente. Uno de ellos se lo dejó a su esposa, otra lo manejó él. Dicen que tenía otros negocios, algunos gimnasios, lavanderías, entre otros. Pero nada comprobable, así qué pensemos que se trataba de divulgación oral, la cual solo tenía como fin enaltecer a tan noble persona como lo era el Inge.

El negocio que manejaba su esposa, iba viento en popa; el negocio que él mantenía, no podía levantarse. Todo sucedió después de varias demandas de trabajadores, como se ha comentado, por exceso de trabajo, por abuso sin fin, bueno, el Inge. Era bueno en los negocios, pero no en el trato a las personas, así que para que su negocio luciera bien, contrato a juanelo, un hombre entrado en peso, gritón y un poco acosador de mujeres. Pero el Inge lo tenía bajo control, así que el dúo que alguna vez fue dinámico, con esa demanda pasó a mal término.

Juanelo siempre trataba de complacer al Inge, alguna vez trataba de acercarle favores sexuales a su jefe, la entrada en belleza, solo que menor de edad, nombrada Mariza, no terminó muy bien la cosa, así que desistió el coordinador. Juanelo entonces, dejó de jugarle a corredor de blancas. Sin embargo, la demanda llegó en un momento en que el Inge. viajó a Flandes por el casamiento de su hija, la más rebelde, jamás quizo casarse con su vecino socio de la cementera Cemex. Por lo que en sus estudios de doctorado en la Sorbona conoció a un lider político sindical, del cúal se enamoró y terminó en el altar. Así qué el Inge cómo padre receloso de su deber, la entregó de blanco, sirviendo el gusto de poco, al año se divorcio decidiendo hacer mundo, visitando el mayor número de países posible.

Fue desde esa demanda el Inge no levantó cabeza. Así qué el mal augurio del soplón de la planta numero tres no evidenciaba cambio alguno. El Inge habló con aquel hombre que le informaba sobre lo sucedido en la empresa. Un día llegó un poco exaltado, aquel soplón, les informó que no podía seguir, lo habían descubierto. Justo sucedió cuando el soplón se negó a proceder con desacato y lujuria con el cuerpo de lupita, pues él podría ser un vil compañero, pero era fiel a su amada Begoña. También los soplones tienen corazón. Así qué juanelo a riesgo de perder un soplón, lo canalizó al Inge, que lo puso en el negocio de su esposa, para que vigilara a su conyugue, o vigilará a la secretaría, en realidad nunca se sabía.

Un día después, entraba un militar especializado en las artes de la vigilancia, fiel al país, al Estado Mexicano y por supuesto a su majestad de la división a la que pertenecia. Entró fácilmente al ambiente político de la planta número tres, dicho sea de paso: de tan honorable empresa. Sin embargo, tras el escándanlo sucedido en el golpe de estado de Venezuela, el militar en funciones, alerto al Inge: estaba por cundir un complot internacional en Tultitlán.



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