Entrevista de trabajo



...larga es la senda del perdedor



El rapport es la armonía generada entre dos personas en una situación común. Utilizada para obtener información por científicos sociales, psicólogos, trabajadores sociales, etc. Es parte de la técnicas diversas para saber sobre las condiciones del individuo o de algún grupo social en específico. Por supuesto que a todos favorece este fluir dentro de la tensión generada en el encuentro de dos personas. Se dice que es un arte, necesario para los contactos labores.

Alberto entró a ese jardín circundado por terrazas de roca basáltica, humedad hasta las esquinas, estructuras de concreto con sendos jardines que solo hacían pensar en un clima generado por algún bosque, con un suelo negro, lleno de hojarasca que mantenía el agua en el subsuelo. Pasando el primer jardín, se extendía un edificio de 4 niveles donde se situaba el colegio. Franqueado por altos pinos, combinados con encinos. Frente al edificio teníamos una serie de canchas de futbol, tenis, voleibol y un espacio de usos múltiples.

El guardia de seguridad le indicó que esperará en el sofá de la coordinación general, el espacio estaba lleno de cubículos divididos por puertas de aluminio y cristal. Decidió sentarse en el mullido sofá. Giró la cara, un hombre a lo largo del corredor le sonreía, llegó a la coordinación extendió la mano amigablemente. “Hola, soy el profesor Jesús”. “Soy Alberto”, respondió. Le hizo pasar a uno de los tantos cubículos. Cerró la puerta. Comenzó el interrogatorio: ¿dónde vives?, ¿eres casado?, ¿qué tiempo hiciste hasta aquí?, ¿estas dispuesto a trasladarte hasta este lugar diariamente?

Alberto respondía con claridad. Pericia. Paciencia en las 34 preguntas que realizó el profesor Jesús. El rapport fue una construcción benéfica, que más tarde el investigado asocio con una suerte de juventud, paciencia y generosidad por parte del profesor. No tardo más de 30 minutos en aplicar las preguntas. Pasarón pronto con Miss. Lola Estuardo. Así, que salieron de las paredes de cristal y aluminio, caminaron por el corredor central.

El cubículo de Miss lola Estuardo tenía en el fondo una pintura con colores pastel, le daban vida a aquel pequeño espacio, realizado con la técnica puntillista, la escena contenía a una mujer caminando en una calle, de edad indefinida que asemejaba los dibujos de los niños de kinder, donde las ventanas y las paredes parecían no tener el concepto de tiempo o semejanza con ninguna otra. Comenzó el segundo interrogatorio. Una mujer delgada, entrada en los cincuenta, con exceso de maquillaje y un cabello lacio con color ocre comenzó a hablar con Alberto.

Mujer dura, puntual, concreta. Preguntó sobre técnicas de enseñanzas, algún ejemplo sobre didáctica, el nuevo modelo educativo, las competencias. Él respondía, con más inseguridad, pero respondía con la mayor claridad a aquella mujer empoderada, entronada aquí quizás desde hacia 20 años, cuando sus hijos fueron saliendo de casa, sin preocupaciones más que la servidumbre que estaba al cuidado de la casa y la comida. Alberto sólo titubeó al final. Ella respondió que no esperaban un especialista del nuevo modelo educativo, de otra forma se contrataría a alguien para el puesto.

No hubo tanto rapport. Tratado como un ser elemental, Alberto se sintió pequeño. Tardó en ubicar lo sucedido en el cubículo de Miss Lola Estuardo. Lo cierto es, se le ofreció un sueldo mayor que el referido por el profesor Jesús. Posteriormente, fue llevado con las persona encargada de aplicar más de tres evaluaciones psicológicas; siete dibujos: persona de sexo masculino, femenino, un árbol una casa, la familia; dos historias sobre alguno de esos dibujos; haciéndolo esperar cerca de medio hora al finalizar éstas actividades.

Miss Ali Estuardo, así se llamaba la especialista en reclutar al personal, desde un principio se mostró amable y cálida. En realidad no había contraste con nada de lo que había presenciado, desde el paisaje boscoso, pasando por guardias de seguridad hasta administrativos, parecería que todo estaba para servir con un buen trato, cada quién con sus formas, pero siempre gratas y cordiales. Alberto tomó esa amabilidad como un mal augurio dentro de ese lugar húmedo, oasis de una megaciudad.

Alberto fue citado para el siguiente lunes, para terminar más evaluaciones psicométricas, de acuerdo a Miss Ali Estuardo, serían más pesados, así que acató la recomendación de llevar comida para acabar con las pruebas, que iban desde personalidad pasando por formas de conocimiento hasta inteligencia emocional. Cordial, la reclutadora se dirigió a la puerta principal de las instalaciones para despedirlo, quizás contenta de terminar en tiempo. Justo en ese momento, el sol apareció, pues toda la mañana y parte de la tarde el día era nublado.

Con hambre, Alberto se dirigió a su carro, donde guardaba una serie de frutas para solventar la mañana, o la tarde, aunque no pensó salir tan tarde de aquella serie de entrevistas, sin embargo, faltaban dos entrevistas más. Comió en el carro. Guardaba con esperanza, que le dieran ese empleo, después de dos meses y medio sin laborar, el pago no solo vendría bien, tenía planes para regresar con su psicoanalista, visitar ciudades cercanas a la megalópolis y cuidar mejor su alimentación.

El fin de semana, trató de realizar lo habitual. Lecturas, hacía tiempo que había terminado de leer el libro de 2666 de Roberto Bolaño, después de leer no lograba conectar con otra lectura. Había comenzado a releer libros que tenía en el librero. Por lo que tomaba algún libro a al azar y lo releía, días después, sin terminar de leer el libro por completo, elegía otra lectura y repetía el patrón. Quizás, era una respuesta de lo mal que la estaba pasando. Cerrarse a las lecturas... quizás no había buen nivel de rapport.

Recibió a la familia. Comieron. Habló con sus sobrinos, los cargó, jugó con ellos. Agarró la bicicleta e intento pedalear los 10 km que difícilmente podía llevar a cabo. Pero le sentó bien. El día sábado y domingo estuvieron nublados, por lo que la fatiga por la radiación solar no se presentó. Las noches fueron húmedas, el domingo incluso llovió un poco. Estaba listo para realizar aquel viaje a su segunda sesión de preguntas y respuestas. Durmió ocho horas, se bañó, se vistió y calzó para seguir con el proceso de contratación.

El lunes después de pasar por la caseta de vigilancia, se repitió el actuar de los vigilantes, le llevaron con Miss Ali Estuardo, espero media hora, pues no aparecía. Gracias a una mujer que hacia limpieza, amablemente se prestó a recordarle a la Miss. que Alberto la esperaba. Cuando se saludaron, al parecer ella había salido de una reunión con otros profesores. Se saludaron, el rapport, parecía, fluía. Caminaron por los corredores, parecía que cuando bajaban subían, debido al número de terrazas no era claro si la gente subía o bajaba, existía una confusión.

Al entrar a la oficina de Miss. Ali Estuardo parecía que no había aroma, predominaba por poco el desinfectante. Anexo a la oficina había un espacio con dos escritorios, un archivero grande y un par de sillas. Sin invitarle para que ocuparas un asiento, ella trató de organizar un espacio ficticio, después entró al cubículo contiguo. “Mira, pasa de este lado”, dijo. Puso a Alberto a trabajar sobre múltiples evaluaciones que iban desde hábitos de estudio, pasando por estilo de aprendizaje hasta vida cotidiana. Sumado a las otras evaluaciones, estaba en punto muerto.

Pero, no terminó sus evaluaciones, antes de terminar la primera hora, Miss. Ali Estuardo llamó a Alberto. Lo sentó frente a sí misma, sacó el dibujo que le había pedido días antes elaborar, su familia. Comenzó a preguntar sobre los hermanos, las hermanas, las sobrinas. Él se sobresaltó un poco, ¿desde cuando a las personas de recursos humanos están preocupadas por el mito del ser? ¿no eran pura conducta?, ¿no era puro neoconductismo?… pues bien, puras evaluaciones métricas.

Alberto respondía, a veces con lujo de detalles. Incluso, tenía desviaciones, esa entrevista duró mucho tiempo, cerca de hora y media. Salió agotado, pues salió a relucir sus sesiones con su psicoanalista. Su dolorosa separación y otras cosas, que un psicólogo especializado en conduca no preguntaría. Tuvo que terminar las evaluaciones en casa, ocupando hora y media, más, de su tiempo. En conjunto llevaba ocho horas y media invertidas en sus entrevistas laborales.

Falta la entrevista con el Padre Director, dijo Miss Ali Estuardo. “Tendrás que venir otro día”, dijo. Alberto jamás había estado en un proceso tan largo, desgastante, solo para enseñar español a chicos de primaria. “¿Tendré qué tener una serie de cualidades morales insuperables? ¿esposa? ¿hijos? ¿deudas? ¿hacerme viejo en esta empresa que como todas como fin tenga a bien mantener un margen de ganancias magníficas?”, pensó.

Dos días después de no recibir noticias, continuó con su búsqueda laborar. Pagos bajos, se le trataba con altivez, y un largo etcétera. En algún momento apareció un anuncio, parecía ser el menos malo, así que llamó, se entrevistó por menos tiempo con el que fungía como director, con menos rapport, le dieron el puesto. Al llegar a su casa, una hora después, se disponía a comer algo. Sonó su teléfono celular: “Maestro buenas tardes, solo para informarle que sigue en el proceso de reclutamiento...”, sonó por el auricular Miss. Ali Estuardo.


Ciudad de México
20 de agosto, 2018

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