Fragmento



Oscurecía a las 4:30 a  esa hora en que la ciudad se colapsaba con largas filas de autobuses. La pequeña ciudad se achicaba con el intenso movimiento de autobuses rojos que se llenaban de gente cansada. En ese extraño bullicio todos corrían a su autobús o coche para continuar con sus actividades ajetreadas, de la tarde que ya era noche. En tan temprana hora estaba oscurecido el día.

Era el momento del tsunami, burócratas que salían de todas partes de la ciudad. La ciudad que fue bella en verano se colapsaba con el amplio movimiento, era la tarde que se hacía noche. Olas de  mujeres y hombres, aparecían por todos lados de la ruta para seguír a casa. En ese paisaje de puentes, rascacielos y algunos techos nevados se reventaban los días, los gélidos días que no eran tuyos.  

El frío pegaba por debajo de los -20°C, era difícil que te detuvieras, pues se perdía el calor que estabas generando, tenías que mantenerte moviéndote, esquivando cuerpos envueltos en sus amplios abrigos ergonómicos. En un primer momento no diferenciabas las temperaturas, para ti todo era frío, extremo frío que se anticipaba a una cena incompleta. De hecho jamás respetaste el orden de las comidas, en un  lejano lugar que no era ni significativamente tuyo.



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